20 febrero 2007

VILLA GRIMALDI

Los lugares que sabemos tiene una historia, un sentido dado a través de tiempo, pueden provocarnos sensaciones y agitar nuestra memoria.

Nuestra mente quiere imaginar y recrear lo importante del lugar.
Villa Grimaldi fue un campo de tortura. Los cuerpo de los enemigos políticos, de los atrapados y de las atrapadas eran humillados y eliminados.




La cruzada por la limpieza ideológica, por el exterminio de la amenaza, tomaba fuerza en el cuerpo del otro, de La otra.
Entrar a Villa Grimaldi, pensar y oler la historia a través de sus protagonistas, fue una de la cosas más fuertes que tuvimos que hacer. Respetar el silencio y el dolor, pero también la necesidad de la palabra de contar una historia. Mujeres y hombres valientes que relatan sus historias día a día, con la intención de hacer una memoria viva y colectiva, inmensa. El deseo de que todas escuchemos lo que tienen que decir.

En el recorrido, a una de las señoras ya mayores, le pregunté por qué seguían relatando sus historias a todas y todos los visitantes de la Villa, yo pensaba de lo titánico de la tarea, del dolor de repetir las palabras y las imágenes, y me respondió que se lo debía a aquellos que no regresaron y a aquellas mujeres que no sobrevivieron como ella.
La violencia fue generizada. Las mujeres sufrieron en su gran mayoría violaciones y vejaciones sexuales, los hombres eran destruidos poco a poco, a través de juegos psicológicos y daños corporales permanentes. Lo más impresionante fue el nivel de planificación de la tortura, no sólo la villa estaba totalmente organizada y separada por sectores y tipos de tortura, sino que se utilizaban a los hijos e hijas. Las amenazas a la seguridad de los familiares eran más efectivas que semanas de tortura.
Creo que en la mayoría de nosotras, provenientes de países con historias de dictaduras y represiones políticas, la visita a la Villa revivió dolor y mucha conciencia.
Pero igual me quedo pensando, por qué en Chile y en Argentina por lo menos, la sociedad civil en su mayoría llora anualmente a los desaparecidos y desaparecidas. Por qué las y los peruanos no sentimos la herida abierta de las víctimas de nuestras violencia política, por qué se considera sólo historia de algunos y algunas, por qué nuestra memoria colectiva no se reconstruye a cada paso con el dolor de las y los afectados. ¿Es acaso el racismo estructural que vivimos, el racismo cotidiano, el que nos hace sentir que los Otros son los que sufren, y a Nosotros sólo nos afecta colateralmente?

(Visita organizada por el VII Encuentro Lésbico Feminista , realizado en Santiago de Chile, Febrero 2007)