VILLA GRIMALDI
Los lugares que sabemos tiene una historia, un sentido dado a través de tiempo, pueden provocarnos sensaciones y agitar nuestra memoria. Nuestra mente quiere imaginar y recrear lo importante del lugar. La cruzada por la limpieza ideológica, por el exterminio de la amenaza, tomaba fuerza en el cuerpo del otro, de La otra.
Villa Grimaldi fue un campo de tortura. Los cuerpo de los enemigos políticos, de los atrapados y de las atrapadas eran humillados y eliminados.
Entrar a Villa Grimaldi, pensar y oler la historia a través de sus protagonistas, fue una de la cosas más fuertes que tuvimos que hacer. Respetar el silencio y el dolor, pero también la necesidad de la palabra de contar una historia. Mujeres y hombres valientes que relatan sus historias día a día, con la intención de hacer una memoria viva y colectiva, inmensa. El deseo de que todas escuchemos lo que tienen que decir.
En el recorrido, a una de las señoras ya mayores, le pregunté por qué seguían relatando sus historias a todas y todos los visitantes de la Villa, yo pensaba de lo titánico de la tarea, del dolor de repetir las palabras y las imágenes, y me respondió que se lo debía a aquellos que no regresaron y a aquellas mujeres que no sobrevivieron como ella.
La violencia fue generizada. Las mujeres sufrieron en su gran mayoría violaciones y vejaciones sexuales, los hombres eran destruidos poco a poco, a través de juegos psicológicos y daños corporales permanentes. Lo más impresionante fue el nivel de planificación de la tortura, no sólo la villa estaba totalmente organizada y separada por sectores y tipos de tortura, sino que se utilizaban a los hijos e hijas. Las amenazas a la seguridad de los familiares eran más efectivas que semanas de tortura.
Creo que en la mayoría de nosotras, provenientes de países con historias de dictaduras y represiones políticas, la visita a la Villa revivió dolor y mucha conciencia.
Pero igual me quedo pensando, por qué en Chile y en Argentina por lo menos, la sociedad civil en su mayoría llora anualmente a los desaparecidos y desaparecidas. Por qué las y los peruanos no sentimos la herida abierta de las víctimas de nuestras violencia política, por qué se considera sólo historia de algunos y algunas, por qué nuestra memoria colectiva no se reconstruye a cada paso con el dolor de las y los afectados. ¿Es acaso el racismo estructural que vivimos, el racismo cotidiano, el que nos hace sentir que los Otros son los que sufren, y a Nosotros sólo nos afecta colateralmente?
(Visita organizada por el VII Encuentro Lésbico Feminista , realizado en Santiago de Chile, Febrero 2007)
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